Jesús Jambrina y las tortugas de la memoria...
Jesús Jambrina es una de esas personas-personajes (recordar que todo relato, especialmente el de la realidad, es tejido de ficción) para quien fui absolutamente invisible durante todos los años que compartimos escaleras, mínimos y escasos minutos de ascensor, sopa de arroz, arroz y arroz con leche en la misma bandeja de F y 3ra -quien necesite aclaración sobre esta geografía que me deje saber en nota al pie. Uno de los miembros de lo que ahora llamo con amigas tan cínicas como yo misma: The Boy's Club.
Y eso estaba bien.
Ellos eran mayores de edad, se la pasaban leyendo en la Biblioteca Nacional, en la de la UH, en la Casa de las Américas, entendían el aula universitaria como el sitio más estéril del mundo y sobrevivían a puro té de algo y discusiones bizantinas entre la mugrosa escalera de la residencia estudiantil (quiero decir LA BECA, finamente) y por supuesto el malecón.
Tengo una breve, discreta epifanía: todo sucedió para que él escribiera el libro que hoy les presento: Nosotros y las tortugas (Editorial Fuga, Santiago de Chile, 2008). O al menos así lo aclara el paratexto "A los lectores" que como advertencia conduce a aquellos por la antesala de lo que vendrá más tarde.
Jambrina cuenta aquí de los catorce años que pasó pergeñando estos poemas, de la falta de fe de un profesor que en su día los leyera, de su modo de entender a la poesía y sus rizomas.Todos los chicos del Boy's Club circulan por las páginas, tienen su poema dedicado, aparecen jóvenes y sabios en sus paisajes naturales. El poeta cuenta también que son los años de la desidia y la rabia, el hambre y la curiosidad que la mitiga, el animal escondido que más tarde será fuego en la llovizna de su exilio.
Me deslumbra el cuaderno llegado hasta aquí (hasta mí) cuatro años después de su publicación porque por primera vez converso con aquel muchacho que presentí tal y como aquí autogestiona su imagen. Es el del tono desalentado, anti mesiánico, humilde, grave como solo son graves las pequeñas cosas. Es el que puede identificarse con el hongo y sus imbricaciones con lo poético, su mirada
Me deslumbran además la perdida (o su búsqueda) de la frontera entre hombre y animal, el verlo como lento se desplaza hacia la sabiduría salvaje, pre-lingüística, de estos; su capacidad sensorial, la puesta en marcha de un discurso que nombra al amor que entonces no resultaba tan fácil pasear orgulloso por las calles de La Habana. Es la tortuga haciendo el camino lento de los versos cocidos con sangre y pan a secas.
Marco el libro con delirio, tengo mil preguntas para su autor, mil historias que mi ojo vio sin saber que las veía y quiero solo corroborar que no lo soñamos todo. Llevo semanas reescribiendo esta breve nota, temiendo que Jambrina se entere de que aquí estoy, en el balcón del piso doce, el de la izquierda, mirando cómo muero en los campos, mientras él, con su vestidura de animal sabio y duro, morirá -pies y abdomen- hacia arriba.
¡Qué buen blog, amiga, gracias por abrirlo! Con gusto me encaramo desde ya en esta bici...he leído todos los posts de un tirón y me han gustado mucho, desde el velocípedo perdido (coño, qué prima más fresca, no) hasta este de la BECA. Ojalá que alguien de la facultad de Lenguas se deccida a hacer un libro por el estilo, con alusiones sólo para los iniciados. Y la Ciudad de la Pera, o de la Perla, está más linda con ustedes.
ReplyDeleteCariños desde Taos, donde las esperamos,
la Te
Gracias La te! Que lindo verte pedalear aca! Fuerte abrazo
ReplyDeleteDisfrutando el blog de la bici con su Mabel pedaleando...sus comentarios sobre este libro me inspiran a leerlo, a encontrar mi nicho dentro de su misterio de memorias.
ReplyDeleteTodos esperamos ya tu blog cada semana..abriendo camino para las
bicicletas. EStoy de acuerdo con el comentario de la Te, siempre a tiempo para impulsar la transportación poética.
gracias, poeta...
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