Los Aguiares y la dulce mentira de un regreso
Fueron exactamente quince los años esperados hasta este día; este segundo, gélida tarde sureña, en que la infinita red del pescador cayera delicada sobre el pez música. Para que me pusiera mi traje de borlas blancas y rosadas y pidiera a mi madre que el chico más guapo del barrio me sacara a bailar. Y es un click y dice Aguiares, otro donde disco, un tercero y se abre el “Fin de semana” y ha sucedido otra vez: Rubén Aguiar, el enfant terrible, el niño invisible de los cantautores de entresiglo, el genio oculto lo ha hecho. Sí, el mayor de ellos, los Aguiares –esa familia de músicos cubanos que no ha cesado desde su mera y cercana infancia de producir maravillas- está de regreso. Y con él sus hermanos: Ángel, Danny, bajo, clarinete, percusión… Y con ellos la madurez encantada en las voces de Judith Rodés y Amarilys Rodríguez.
La fusión de géneros melódicos, tan abusada
en este renacer postmoderno, este eterno
recomenzar cíclico, asciende un paso, se recobra, parece enamorar. Bases
rítmicas harto familiares al oído caribeño desfilan con elegancia. Parecería
que las anuncian a la entrada de los míticos palacios que nunca tuvimos en la
isla: es la zamba, el bolero, la guaracha, la guajira; es estridencia ausente,
es la canción en las formas en que la
desea el/la adolescente tembloroso/a que pone en su pecho la cabecita blanda de
su amor. Es la canción que justa necesita el borrachín abandonado en el bar de
cualquier esquina del mundo, la del amante que perdió en la China del Norte o
en el barrio de al lado a aquella/aquel que supo amarlo por el largo curso de
toda una vida y ahora ya no es sino polvo enamorado.
Y son los mismos. Los Aguiares. Los que en
La Habana de hace quince años abracé con la certeza que abrazas a quien no
verás ya nunca. Los que han nos recibido a todos los “escapados” del vértigo y
la claustrofobia en Madrid cinco, ocho, once, quince años después con unos
abrigos enormes y unas frases que irán cambiando nuestro curso(pulso) vital de
manera irremediable.
Son ellos. Los mismos. Están rodeando a su
padre en Rusia o Nicaragua. Están en el patio de las malangas enredadas en el
cielo de la Plaza de la Vigía. Los que entretienen a turistas obesos en la
única playa que podrá calentarnos los huesos en la hora final. Son los
Aguiares, tarde de corales en las
iglesias de cualquier ciudad cubana. Los de las sinfónicas. Los de las bandas
de salsa. Los que inventaron una vez el carnaval. Los que a Madrid coronan de
reina isleña.
Entre todo lo posible, apuesto por esta
producción independiente, por este vino de la casa al que el sello Bujío ha
dado amparo, por este conjunto de piezas que aseguran a modo de Dulces Mentiras, un retorno al país
natal. Porque hay modos y modos de regresar. Y en este viaje, ostentan los
caminantes cuánto han aprendido. Las formas estéticas que bombardean la radio
bajo etiquetas de pop latino o rumba fusión visten en esta entrega
galas de lujo.
Son los Aguiares, repito mi credo con la
esperanza de que en el nombre del padre esté el reino de los hijos. Y con gusto
esperaría quince años más para que me acariciaran oído, cuerpo y alma de este
modo.
Para más información y el disco, pulse aquí: http://www.aguiares.net/
Para más información y el disco, pulse aquí: http://www.aguiares.net/
Muuuuuchas ganas de escucharlo también, es que sin saberlo ya era seguidora de los Aguiares, desde aquel "Oigo tu voz" que tan libremente versionamos una y otra vez en nuestra Habana de hace más de 12 años,as you know.
ReplyDeletesi, naty: I do know! y la magia es enorme. te abrazo
DeleteMabel, dulce Mabel... Igual que en Matanzas, Madrid y New York, en Houston sigues siendo un enorme hogar confortable, acogedor y definitivo, confirmado ya ese valor agregado que es tu "ambulantez", uno de tus rasgos ¡más estables!
ReplyDelete“Dulces Mentiras” está diseñado justamente para Mabeles de 15 años, que es donde precisamente te has situado para escucharlo. Uno siempre está aprendiendo y esta vez me descubres que lo que hemos conseguido es estructurar un disco que debe ser escuchado por Mabeles con algún que otro “lunar de luz debajo de su pelo”, pero capaces de mirar aun como quinceañeras.
Como dices en tu reseña, el 15 es la clave de “Dulces mentiras”, coincidencias e intenciones incluidas.
Muchas gracias por esta reseña que, si me permites, voy a diseminar por la red y agregar al currículum de AGUIARES.
Rube, como sabes, el honor es mío, revivir los 15 años, es lujo de pocos. Vuestro disco es una joya y la reseña es tuya para que uses indiscriminadamente. desde mi ambulantez ciclica es cuanto puedo dar...
ReplyDeleteMabel, estoy de acuerdo cien por cien contigo, aplaudo y respaldo todo lo que dices, pero si de Aguiares se trata hay algo que considero mucho más impresionante que la música que hacen y que los hace fantásticos y especiales: Nunca he visto en grupo humano alguno tal conciencia de pertenecer a algo, tal implicación en el clan, pandilla, camarilla, partida, tropa, banda, tropel, horda, o como quieran llamarlo. Nunca vi tal caterva de seres amantes y defensores de la institución de la familia.
ReplyDeleteLos que alguna vez hemos sido beneficiados por inclusión temporal o permanente en su nómina vital, sabemos lo que es la generosidad, la lealtad y la protección incondicionales.
Ese es el mayor mérito de producción “Aguiares” (padre e hijos, nueras, hijos de los hijos, sobrinos de los tíos, nietos del padre y amigos adeptos y adictos) Mi agradecimiento.
Definitivamente, Gise, esa es la clave de quienes son y de qué va este disco...suscribo tu agradecimiento...los abrazo a todos
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