Pongamos por caso que conozco a la muchacha. Sí, esa que transita impenitente por la Víspera del fuego (Ediciones Intempestivas, 2011). Pongamos que sé algo del delirio que provoca en la poeta tal arrojo, tal nueva imaginería para el amor. Pongamos también que la paraliteratura es finalmente atendida en su justa dimensión reveladora, que el saber lesbiano no parece ya a señores académicos juego de bomberas amargadas, de nostálgicas por el pene que no fue, de protestonas letradas. Pongamos en fin, que me aproximo a este nuevo cuaderno de Odette Alonso desde un casi ingenuo conglomerado de sobreentendidos, desde un espacio que reclamo solo nuestro, desde la víspera de mi propia juventud, aquella que ostenté en el invierno-primavera del 2004 cuando por primera vez tuve el privilegio de leer estos poemas que hoy presento.
Puestas ya estas breves cartas sobre el tablero, dispongo otras encrucijadas. Me detengo en las muchachas del cuadro picassiano, en la escena de "La playa" que relata: "Como
si en ello les fuera la esperanza/las
dos mujeres corren/tomadas
de la mano/sobre
la arena gris. /Suelta
la cabellera/al
sol los senos pálidos/estalla
su alegría contra el cielo de nubes." Y estallo a mi vez. Porque en esa alegría fecunda, conciliadora (pienso) es donde se encuentra (o debería) descansar toda imagen que recree los fuegos del amor, sus vísperas y ocasos. Se trata entonces de una poética del buen amor (me convenzo) de un desafío otro a la ley del padre (Arcipreste y seguidores); de una insistencia madura en igualar la experiencia del cuerpo femenino -que se junta al espejo y lo traspasa hasta tocar al cuerpo de la otra- con aquellas de bardos medievales que recreaban perceptivas amatorias no con menos entusiasmo.
La sólida obra poética de Odette Alonso encuentra en esta nueva entrega una puerta más a su ventura. El desenfado (muestra óptima de dominio) con que yuxtapone imágenes oníricas a realistas; pasajes de dolor, desesperanza o pérdida a euforias y celebraciones varias; estancias temporales que sólo la memoria guarda a lo que acontece en el inmediato cotidiano, dan fe de ello.
Sin embargo, la maestría absoluta, la develación total de los misterios sucede en la descripción de "las muchachas" -un plural que me permito desde la autoridad de mis saberes paraliterarios y lesbianos. Esa 'ente' modulada en variaciones que transita insistente por los versos, esa que es luz y es la tarde de La Habana y es la voluta de humo y es la memoria de Bizancio, viene a ser en suma su reina de oros y diamantes.
No serán (seremos) iguales las muchachas luego de esta víspera quemante. La salud de las flores que abrirán esta primavera ha invadido ya la página. Y hablamos de una fragancia que habrá de ser el único garante que pidamos a la poesía.
Ah, las muchachas, ese cuarto de espejos...
ReplyDeleteMuchas gracias, mi vida,por tu mirada siempre rigurosa y escrutadora. Te abrazo.
merecida, poeta, merecida...
ReplyDeleteAh...fascinada con la cita que Mabel hace de un verso de Odette en este libro y fascinada con la poesia de Mabel al describirlo.
ReplyDeleteLa cubierta de este libro: Víspera del Fuego es el perfecto marco
para esta escritura del amor y sobre el amor. La ilustración recoge
en su imagen el verbo adecuado para acomodar la imagen y los poemas
juntos, cantando vida.
Que siga la bicicleta hablándonos en su recorrido...
¡¡¡
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