Wednesday, May 9, 2012

Ser gord@, no es exactamente cosa de vag@s...

A Ilo, ella  sabe bien por qué 

Inspirada por un par de artículos que circulan estos días por la red (beingfat y fatprejudice) decido darme una semana de asueto en las reseñas que aquí escribo  y comentar -por primera vez  públicamente- algo indisolublemente ligado a mi existencia: ese, mi ser gorda.

No tengo una sola memoria de mí siendo de otro modo. Los procesos de auto-reconocimiento a partir de una mirada externa y que la memoria guarda, están en mí inevitablemente asociados a la preocupación de mi tía Zoyla en torno a mi exceso de peso o a los comentarios de amigos y vecinos sobre lo "alta" y "llena de masitas" que era para mi edad. Curiosamente son también de estos años las memorias de la toma diaria de B-Complex (en cubano bicomplé) para que comiera, porque más inapetente no podía ser.



Pero llegaron los cinco años y la operación que retiró amígdalas y adenoides de mi sistema respiratorio y desaparecieron mis constantes fiebres y supuestamente con esa "buena salud" mi ganancia acelerada de libras no se hizo esperar. Y fue así que me llevaron del otorrino al endocrino, de la mirada compasiva de las vecinas ("qué alta y qué masitas para su edad") a la auténtica preocupación de amigos bien intencionados ("esa niña está muy gorda, ¡hagan algo antes de la adolescencia!").

¡Y, Dios, cómo hicimos! Gimnasio, tabla gimnástica, banda musical con ensayos de hasta tres horas de marcha y baile diario, dietas asesinas de tres cucharadas de arroz, tres de frijoles y 100 gramos de carne. Nada cambió. No adelgacé una libra, no estiré en la adolescencia (otra esperanzada hipótesis,  esa vez protagonizada por mi complaciente abuela).

No adelgacé en esos años, ni en los de la Vocacional (para los no cubanos: escuela interna preuniversitaria entre los 15 y 18 años) en los que hacíamos hasta diez vueltas a la gigante pista de atletismo tres veces a la semana y sólo comíamos arroz, sopa de arroz y arroz con leche). Tampoco sucedió en los cinco años de la Universidad de La Habana en los que me recuerdo llorando de hambre en las madrugadas, porque el menú de la Vocacional era adornado en la residencia habanera con gorgojos (bichos del arroz, otra vez para los no cubanos o no iniciados en los mundos del becario revolucionario).

En los casi treinta y seis años vividos, la única vez que me he visto más o menos aceptable fue en torno a los 21 años, cuando me enamoré perdida y a todo el imperio del arroz que nos daban en "la beca", añadí una abstinencia que sólo rompía para una naranja, un huevo hervido y una galleta integral diaria. Perdí 40 libras y gané (¡cómo no ganar algo!) un principio de úlcera que con los años y el yogurt del exiliado se ha atemperado y apenas me molesta.

Me gustaría añadir que siempre he sido "caminadora" (por gusto y por las ciudades y circunstancias en las que me ha tocado vivir), energética, fanática del voleibol, el baile, la natación y los aeróbicos -que eso sí, dejo de vez en cuando, presa de la desesperanza. ¡Pero  coño, no han visto cuánta bicicleta monto!

Pero nada de lo anterior lo sabe la mirada acusadora que instalan la publicidad y la "disciplina" del "bien saber estar"  en aquellos con un metabolismo otro. Los elegidos de la insulina, los que no padecen sus excesos de producción, suelen mirarnos con condescendencia, piedad y no poca repulsión. ¿Cuántas parejas de chicas lesbianas recaen en el estereotipo de dos obesas? Además del complejísimo entramado de subjetividades que la llevan a una a semejante elección sexual, no puede evitarse la pregunta de si buscar el calor de otro cuerpo, aunque sea de naturaleza idéntica, no termina siendo la opción que "por defecto" algunas de estas chicas se ven precisadas a elegir. Me distancio porque no es mi caso (¡válgame Dios! ¡lo mío es más perverso! tampoco el de Maya, que siempre fue flaca e hija de Safo) pero, repito, no puede evitarse la pregunta.


Se me acabarían los pelos de la cabeza si asignara sólo uno de ellos a las veces que he recibido esas miradas condespiadorepulsivas de las que hablo... son miradas que traspasan todo estanco de educación, afecto o buenas maneras. Son miradas "programadas" para mirar de ese modo. Y quizá  sea esa urgencia, esa sed, esa HAMBRE de "profecía autocumplida" que padecemos los que a tan temprana edad comenzamos a identificarnos con, como, desde ellas (somos las miradas) lo que justamente no nos estimula en el proceso.

Me gustaría hacer un paréntesis para aclarar que no estoy  tratando de minimizar mi responsabilidad en la obesidad que padezco. Si bien es cierto que me fue genéticamente legada, no puedo olvidar que con una naranja, un huevo hervido y una galleta diarios, puedo alterar esa herencia tan dramáticamente que parecería una sílfide hermosa. Tampoco juzgo o paso cuentas a los amigos (ah, mis bellos amigos) que por años se han auténticamente preocupado por mi salud y mi apariencia: NO WAY, JOSE! Sólo quiero, dar un continuum en español a esos artículos leídos recientemente e invitar un poco a la reflexión.

Cuando veo a un niñ@ extra-obes@, mi primera reacción (Maya es testigo) es la de sentir una pena muy honda, muy aguda. Pienso en las razones genético-emocionales que le han llevado a esas tallas. Me duelo por la historia que hay detrás. El dolor llenado con comida (especialmente dulces) que trata de ocultar tras ese abdomen agresivo, irreverente. Porque sí, señores del jurado: hay un enorme componente emocional en todo esto. No, no me contradigo. Sí, son la insulina y el metabolismo; pero el dolor, la falta de dulzura y/o seguridad parental, la ansiedad originada desde razones infinitas y un largo etcétera asociado al "cuerpo emocional" (uno invisible y poderoso al que queremos compensar) tienen su impacto.

Me gustaría decir que pretendo con este texto ponerme en una autopicota terapéutica y una vez elaborados en "voz alta", "frente a ustedes" todos mis demonios, hacer mi último sacrificio y "bajar" (el verbo más odiado); pero les mentiría VORAZMENTE. Sin embargo, (ah, la edad qué  cinismo delicioso me convida...) sí quiero compartirles que descubro que cada día pienso menos en "la mirada"; en cualquier ojo que no sea mi ojo, en cualquier mano que no sea la mía cuando acaricio mi vientre herido de estrías, mis senos enormes de "madre nutricia" (¿se acuerdan de cómo fueron las venus un día?), mis brazos que levantan pesas dos veces por semanas y se hacen cada vez más sólidos; pero permanecen idénticos de gruesos.

Descubro que mi camino es hacia dentro, hacia un lugar en donde no necesite más el helado a medianoche, la pizza frente a la peli, las galletas con queso crema (cuántas me prohibieron, cuántas me robé de nuestra propia nevera) antes de dormir o en plena madrugada.

Descubro que soy laboriosa y sensual e increíblemente fiel a mis amigos y lista (un rato) y hasta afinadísima al cantar (dale, Rube, déjame creerlo) y no escribo mal (silencio absoluto de mis editoras: Odette et al) y que en fin, toda esa voluptuosidad se hace metáfora en mi cuerpo "orlado de masitas". ¿Lo han entendido? ¡NO SOY VAGA! Solo muestro cohesión entre mi cuerpo y mi intelecto... ¿pueden, flacos del mundo, decir lo mismo?

14 comments:

  1. Mabel, estoy conmovida. ¿Me lo puedo llevar a Face? A mí también me daban bicomplé por flacundenga, que también era un estigma grave (ausencia de fondillo, imagínate, terrible pecado en Cuba). Lo que importa es estar contenta contigo misma y si caminas y haces pesas pues tienes buena salud, y lo demás no es importante. Disfruta tus masitas y tus galletas de queso sin un ápice de culpabilidad. Abrazos desde Taos..

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  2. Mi niña excelente. Eres deliciosa Por fuera y Por dentro .que te beso y abrazo.

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  3. Este tema es muy desgarrador, Mabella,me he quedado viajando, hasta que regrese a la re-lectura, en cuanta frivolidad y desespero existe en quienes no pueden ver la luz. Un abrazo.

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    1. Marga, la idea es entender que hay mucha gente a la que geneticamente le resulta mucho mas duro el proceso. Que no es cuestion de disciplina o fuerza de voluntad. Te abrazo

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  4. Querida Mabel: puestos a comparar lo incomparable, tu intelecto es MUCHO más contundente que tu cuerpo y tu personalidad INFINITAMENTE más arrolladora que tus masitas, por lo cual, para el que te trata y conoce, resultas ser y parecer una sílfide de fineza corporal y gestual y de elegancia espiritual.

    Por flachucha, como Tere más arriba, me sacaron del ballet, que adoraba y recuerdo con pavor la tortura de las cucharadas de aceite de hígado de bacalao y de sentarme horas frente a un odiado vaso de leche que me daba asco... La desaparecida clase media cubana estaba llena de ee tipo de "diktats" bien absurdos y bastante perjudiciales para la salud mental: había que ser llenita pero no gorda, pero había que tener las pantorrillas gordas, y era indispensable tener "fondillo", pero no demasiado que se fuera a ver vulgar; las tetas, eso sí, podían ser interminables, con un buen ajustador: las "planchás" no tenían ni un chance... Y dale con crear traumas...

    Así que disfruta de tu salud física y alégrate de haber logrado mantener tu salud mental en medio de toda esa ceguera nacional (una de tantas...!) y de la actual obsesión internacional por lo obeso.

    Tus amigos (entre los que por fortuna me cuento) te adoran como eres y como decidas ser.

    Besos, ME

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    1. Mi dulce melena. Gracias por tan linda nota. Si, creo que debo escribir algo sobre la delgadez tambien. Y es que mientras me decian de todo por mi gordura, a mi prima ( un flequillo en la cama de al lado) la torturaban por lo contrario. El tema mas doloroso con la obesidad es que en este pais es una industria con dos señores feudales en la cuspide. El que pone el syrup corn para que ruedes y el que te vende la dieta ideal. Son cuates. Y los pobres o los de mala informacion genetica andamos del campo de maiz a la pista de carreras y recibiendo la bofetada (hasta de desempleo) por parte del resto de la comarca. Besotes, bella. Menos mal que no fuiste bailarina y te dejaron para la poesia! God bless!

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  5. Pues las majas vestidas o desnudas son todas hermosas, flacas o gordas, altas o chaparritas, negras, rojas, amarillas o blancas, todas pertenecemos al reino, siempre amoroso, de la ternura. Los que miran de soslayo a las goyescas son dignos de compasión puesto que se rigen por un patrón de escasos recursos mentales, sus cerebros van de acuerdo con la frivolidad de los tiempos y tristemente, en infinitas ocasiones, terminan en hospitales con anorexia y un sinfín de enfermedades provocadas por la abstinencia, todo por el terror de no estar dentro de ese falso prototipo estético que imponen los medios.
    Es cierto que existe, como dice Mabel, un comercio subliminal y despiadado que explota el apetito del inconsciente en las masas -no en las masitas, que son adorables- pero contra eso solo se puede trabajar desde un plano personal, sin sentir culpabilidad, anoche mismo una malta con leche condensada estimuló mi sonambulismo criollo, y hoy me convoqué frente al refrigerador para contrarrestar la resaca de la gula ante una bolsa de vegetales, es decir, no se trata de dominar los placeres, sino de balancearlos lo mejor que podamos. Que todo sea por la salud, sin represiones ni complejos y como parte de un programa necesario para mantenerla en óptimas condiciones, lo demás, lo que viene de afuera, como pueden ser las miradas indiscretas que no se detienen a observar lo que realmente somos por lo que valemos, meterlo en una bolsa y tirarlo a la basura, al final es nada lo que pueden ofrecer.

    Besos, Karin

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    1. gracias, Karin, por tan elocuente comentario... que te puedo decir? tu lo sabes todo... un abrazo

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  6. Yo creo que lo más importante es (en la medida en que sea posible) esa superación del miedo o el disgusto por la mirada ajena. Decidir por uno mismo lo que queremos ser, hacer o parecer, porque lo injusto para uno mismo es que el juicio ajeno determine nuestro dolor y sufrimiento.
    Y sí, no hay silencio: escribes bien y lo sabes.
    Besitos, mi niña.

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  7. Gracias, mi amol! Llevas razon en todo! Beso

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  8. ¡Me ha encantado! Y las fotos son una chulada. Que nos quiten lo baila'o, lo engorda'o y lo padalea'o, jajaja.

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  9. Mabelita querida

    ¡Qué hermosa reflexión sobre el cuerpo femenino como locus de las miradas censuradoras de las sociedades patriarcales! Además de que las fotos son bellísimas también. La verdad es que gorda o no, flaca o no, eres un ser humano extraordinario y una escritora poderosa. OK, cuidarse la salud y todo eso es importante simplemente para no envejecer llenas de males, eso te lo acepto (con mucho desgano, he de confesar, pero resignada al fin y al cabo).

    Sin embargo, todo eso que dices sobre la comida como forma de compensación de un vacío emocional profundo es un tema que nos toca a todas. ¿Quién de nosotras no ha pasado por esa experiencia, ya sea por exceso o por negación? La comida es uno de los placeres de la vida y soy partidaria de disfrutarla, así como debemos disfrutar el sol, la lluvia, las semillas que se rompen para dar plantas, la música, la risa... tanto como la gratificación erótica.

    Me encanta.
    Se te quiere,
    Hilda

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    1. gracias, hilduta por tus lindas palabras y tu comprensión "del caso". Estamos de acuerdo en todo...bueno, lo de escritora poderosa es un halago extra que me regalo... la cosa es que estoy harta de que se implique tangencial o frontalmente que los gordos no somos disciplinados, no somos trabajadores, no tenemos "fuerza de voluntad". Hasta los ovarios de que no se entienda la complejisima red fisico-emocional que esconde (a la para que exhibe) toda gordura... harta y feliz, de saber que los tengo cerca para hablar de ello. Mil besos

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